Desde que llegamos
a la vida, vivimos de sensaciones, plasmamos nuestros pensamientos a través de
ellas y transmitimos nuestros sentimientos provocando distintas sensaciones en
el resto de personas de este mundo.
Siempre he
defendido que el amor era y es una de las sensaciones más fuertes que toda
persona ha de sentir; desgarrador, arrebatador y en ocasiones complicado, pero
la verdad es que no conozco mejor sensación que la que recorre cada centímetro
de tu cuerpo cuando llega ese mensaje inesperado, esa llamada que creías que no
llegaría nunca, esa cita que llevabas una semana idealizando en tu cabeza. Esa
sensación que provoca el amor, se llama ilusión y da lugar a cada rayo de luz
que tu sonrisa transmite, es magia, es amor, eres tú.
Mucha gente
considera que todo en la vida es cuestión de confianza, la que tenemos que
depositar en nosotros mismos para sacar las fuerzas que nos permitan llevar a
cabo nuestros sueños y alcanzar nuestras metas; la que depositamos en otras
personas, ese requisito indispensable que impone la amistad y que por supuesto
también exige el amor. Tras muchas lecturas, me quedo con la reflexión que
define confianza como el permitirle a otra persona que tenga la posibilidad de
hacerte daño, pero estando completamente seguro de que no lo haría.
Le damos un
arma, nos ponemos la diana y simplemente esperamos que no aprieten el gatillo,
ponemos la vida en las manos de esa persona en la cual confiamos. En eso
consiste tanto la amistad como el amor, en confiar y de forma paralela en ser
fiel y leal, siempre carreteras de doble sentido, pues cuando exiges esa
fidelidad o esa lealtad, debes de estar dispuesto a dar lo mismo a cambio.
Vivimos de
sensaciones y siempre nos han dicho que no nos dejemos llevar por ellas, pero
eso es debido a que tienen miedo a lo que podemos hacer si nos dejamos guiar
por esas sensaciones, si nos centramos más en seguir nuestros sentimientos que
en cumplir sus reglas, si empezamos a vivir para amar y dejamos de amar para
vivir.
Todo en la vida
tiene su contrapartida, sus efectos secundarios, pero eso no debe asustar, sino
impulsar, pues el miedo es la única sensación que no debemos seguir, es esa
excepción que confirma la regla.
J.